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viernes, 22 de enero de 2010

¿EL PÚBLICO PERJUDICA LA TV?

A mi parecer, la pregunta se asemeja al clásico debate de si “fue antes el huevo o la gallina”, o lo que es lo mismo, si la gente ve lo que hechan o son las televisiones las que dan lo que ve la audiencia. En este punto llegamos al tema de la responsabilidad por la emisión de programas de dudosa calidad en la pequeña pantalla y en consecuencia, la confección de las parrillas donde domina el dinero que quieren obtener las cadenas y ante eso parece que no hay barreras; incluso algunos que no les importa saltarse a la torera el Código de Autorregulación Infantil.

Tal y como afirma José María Guerra, presidente de Telespectadores Asociados de Cataluña (TAC), “es cierto que los ciudadanos tienen la última palabra con el mando a distancia, pero las cadenas y las productoras son las que crean el gusto y a ellos les compete de partida situar el listón mínimo de la calidad. No puede valer todo por la audiencia", dice.

Comentar que la televisión es responsable del "menú" que propone y de los productos que ofrece para el consumo. Pero los efectos y modos de consumo son también resultado del contexto de la persona que consume. Y en este contexto, las familias y las escuelas juegan un papel fundamental, tanto para ampliar los modos de recepción, como para diversificar y enriquecer el capital cultural de los chicos con otras formas de diversión y conocimiento.

Así pues ¿Dónde está el límite de la televisión?, ¿Y el mío como espectadora?, ¿Dónde empieza y hasta dónde llega nuestra culpa?, ¿Por qué el botón menos utilizado de toda televisión es el de on/off?, ¿Por qué muchos padres dan de comer a sus hijos frente al televisor?, ¿Por qué si necesitan un rato de tranquilidad los vuelven a poner delante del "dichoso aparatito"?, ¿Por qué nadie nombra prensa basura, radio basura?, ¿Por qué le pedimos a la tele que sea mejor que nosotros mismos?, etc.
Entonces... ¿Y si la Televisión no fuera tan mala como creemos? ¿Y si lo que nos pasa es que no entendemos de televisión? Ni siquiera los críticos de los periódicos que redactan crónicas y emiten juicios regularmente entienden especialmente de televisión: de sus técnicas, sus efectos especiales, sus trucos y sus ritmos particulares. A diferencia de otros casos de críticos que juzgan el cine, los libros, el fútbol o la pintura, quienes son escogidos para lanzar veredictos a menudo terribles sobre los programas son poco más que un espectador más. Pero ¿qué saben los espectadores de televisión? ¿Qué se les ha eseñado?

Umberto Eco, gran escritor y filósofo italiano experto en semiótica (estudio de los signos, su estructura y la relación entre el significante y el concepto de significado) examina el deterioro de la cultura y vaticina su empobrecimiento general. No son los productores, los realizadores o los editores quienes matan el gusto del consumidor sino el barato paladar de los receptores que “inspira el sabor de las recetas”. Oferta y demanda se comunican en una lengua cada vez más elemental y juntos ruedan hacia un plano donde impera la banalidad y la ganga de la inmediatez.

Eco se adhiere al funcionalismo, es decir, que el mensaje sufre, a su llegada, el filtro de los llamados ‘líderes de grupo’, los gatekeepers, de modo que la comprensión viene modulada sobre las exigencias y sobre el sistema de expectativas del grupo destinatario, no pocas veces con efectos muy nocivos para el emisor, como por ejemplo los penosamente famosos efectos boomerang.

Lo que se pretende dar a entender es que mientras el Emisor organizaba el mensaje televisado sobre la base de un código propio, coincidente con el de la cultura dominante, los destinatarios los llenaban de significados aberrantes según sus particulares códigos culturales. Es decir, la Televisión no sería, pues, como se admite sin vacilación, quien nos embrutece, sino que nuestra mala presencia y nuestro desprecio la vulgariza.

Puntualizar que la televisión evoluciona, según mi pensamiento, buscando siempre conseguir más audiencia. Programas que hace 10 o 20 años eran los más vistos hoy seguramente pasarían desapercibidos. El avance se produce en varios sentidos (calidad de las emisiones, novedad de los contenidos, …) pero siempre buscando superar lo anterior, morbo incluido por supuesto.

Pese a todo lo comentado aquí, está claro que la televisión no sólo es fuente de problemas. Creo que si se utiliza adecuadamente puede convertirse en un buen elemento educativo.

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